Relatos

VIII CERTAMEN AULA DEL BOSQUE DEL AMOGABLE - NAVALENO 2015

1er PREMIO - RELATOS - ADULTOS - El Día del Árbol


Me llamo Kerky

Hola a todos, me llamo Kerky. Tengo siete años. No vivo con mis papás, aunque sé que no están lejos y que me quieren mucho. En realidad vivo con mi tío Silvestre y mi tía Sabina, como yo les llamo. Se preocupan por mí, me enseñan muchas cosas y me protegen. Luego están mis hermanos y mis amigos de otras familias que viven cerca. Unos son de mi edad pero también los hay más pequeños y más mayores. Todos somos amigos y nos ayudamos. Formamos una gran familia. Ellos me han pedido que escriba esta carta para unirnos a la celebración del Día del Árbol. Dicen que ya he aprendido a escribir, que mi letra se lee bien y tengo pocas faltas de ortografía.

Es muy bonito que los árboles puedan tener un día para ellos, sólo para ellos. Es un día para la alegría, para olvidar los temores, para reír, cantar y bailar sin parar, y conocer a los nuevos amigos que acuden al lugar. Todos distintos, pero todos hermanos e iguales en la naturaleza.

Los más mayores nos cuentan que los árboles han sido muy importantes para los hombres y para el mundo en general. Casi, casi, lo más importante. De algunos árboles, los hombres toman su alimento, les han proporcionado luz y calor a lo largo de la historia, les han servido para construir sus casas, edificios, puentes, barcos, muebles, papel, sirven de cobijo para distintos frutos y setas, y para cientos de animales a los que dan caza procurándose la subsistencia.

Los hombres se fueron extendiendo y sus poblaciones se hacían más grandes. Muchos árboles desaparecieron en sus hogueras, sus construcciones, en los trazados de sus caminos, y en grandes terrenos más o menos llanos donde empezaron a cultivar plantas y animales domésticos para su consumo. Así, la población de árboles se ha ido reduciendo, poco a poco. Tío Silvestre dice que la codicia y la explotación ha sido tan desconsiderada en algunos lugares que han convertido jardines verdes y frondosos en verdaderos desiertos secos y polvorientos. Y es que los árboles protegen la tierra del viento y del sol abrasador, esparcen su oxígeno por el aire y llaman a la lluvia.

Un día, el hombre se dio cuenta de que no podía acabar con bosques enteros y matar a los árboles sin que estos cumplieran con su ciclo vital, sin hacerse mayores del todo. Así que empezaron a pensar en seleccionarlos a la hora de cortarlos para, además de aprovechar su madera adulta, pudieran dejar espacio a los arbolitos jóvenes, o ser restituidos por pequeños brotes sin que el bosque dejara de existir. El bosque está lleno de vida y el hombre se siente vivo cuando camina por sus sendas, lejos de ruidos metálicos, asfalto y hormigón. Mientras exista, el bosque siempre será el último refugio del hombre.

Pero me dicen también que en algunos lugares del planeta todavía no piensan así. Hay bosques muy grandes, donde crecen grandes árboles cuya madera es muy apreciada por el hombre, a veces sólo para presumir de muebles vistosos u objetos que suponen de lujo. Les llaman “maderas preciosas” y en muchos casos escapan de la ley para conseguirlas, arrasando selvas enteras y condenando a muerte a animales y personas que habitaban allí desde el principio de los tiempos, en respeto mutuo y equilibrio natural. Y en otros lugares, y no muy lejos de aquí, hay quienes especulan con los árboles y la tierra que estos cubren, llegando incluso a prenderles fuego por los cuatro costados para comprar la madera más barata o liberar el suelo para construcciones de recreo. Todo esto resulta muy triste y en el pensamiento de los árboles siempre está el temor a la crueldad humana.

Nos hace mucha ilusión poder ver a las personas y a los árboles juntos en un día tan señalado. Aunque sólo sea un día. Al fin y al cabo, tenemos cosas en común. Participamos del mismo amor a la vida, del mismo amor a la tierra, que es nuestra madre, a los rayos del sol, al aire, al agua…

Mi mejor amigo se llama Haritz, que significa “roble”. Tiene siete años, como yo. Es alegre, vivaracho, disfruta persiguiendo a las lagartijas y viendo saltar a las ardillas entre las ramas. Él sí que vive con sus padres y un día ellos me trajeron aquí. Fue su padre quien hizo un agujero en la tierra con sus propias manos, junto a Silvestre y Sabina. Haritz cubrió mis pies con tierra y musgo fresquito y, esta vez serio y emocionado, me dijo:

- Este será tu sitio, será tu casa. ¿Te gusta, Kerky? Está cerquita del arroyo y tus amigos te darán la luz y la sombra que necesites. Ya eres libre. Y no te preocupes por mí, pues cada Día del Árbol vendré a verte, te regaré con agua mineral y te pondré un poco de abono natural.

Luego se quedó un rato mirándome mientras todos sonreían y antes de irse me susurró:

- Te quiero.

Nunca olvidaré ese momento, al igual que mis hermanos y mis amigos. Es muy bonito sentir el amor entre los seres vivos, aunque sea un día al año. Al fin y al cabo, tenemos muchas cosas en común.

Os esperamos emocionados en nuestro día, abrazo vital,

Kerky



Kerky-Aritz


SANTY SAN ESTEBAN
Marzo 2015

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