En
los bosques sorianos de Pinares aún perdura el Grito de
Merlín, que sólo es escuchado por algunos
privilegiados. Yo estoy convencido de que si hubiera venido
por estos pagos el ensayista, periodista y gran viajero de
los trasmundos que fue Alvaro Cuqueiro, habría podido oir el
lamento de Merlín colocando el oído en la Piedra
Andadera e, inmediatamente después, habría gritado de
júbilo y recordado al rey Arturo, el rey que fue y que
volverá a ser, en cuya tropa, como en las Wildes
Heer de Wotan-Odín, me gustaría estar junto a
todos los Cunqueiro del mundo el día mítico de la Última
Batalla que ganará quien sea el último Avatara,
y que traerá consigo la nueva Edad de Oro, en el
Eterno Retorno de las cosas cantado por Nietzsche y
Miguel Serrano desde Suiza, esa tierra desde la que Jung
escuchó una y otra vez el Grito de Merlín, según
nos ha desvelado su mejor discípula, Marie Louise von Franz.
La primera referencia
bibliográfica que he encontrado sobre la Piedra Andadera
se encuentra en el libro "De Covaleda y para Covaleda"
(1912) escrito por Angel Terrel y Cuevas: "En medio de
"Los pajareros" y la "Majada de la Juana", en
la mojonera de la raya de Salduero, hay una piedra grande,
de más de 10.000 arrobas de peso, que se apoya sobre la
cuerda sosteniendo un equilibrio inestable y que tiene la
particularidad de que cuando se ejerce una presión por
cualquiera de sus lados se mueve, por lo que a esta piedra
se la ha dado el nombre de Piedra Andadera, peña
que anda".
Pocos años después
volvería a hablar el abad de la colegiata de San Pedro de
Soria, Santiago Gómez de Santacruz, en su obra inédita
"La meseta numantina en la historia", enmarcando a
nuestra piedra mágica en los cultos céltico-celtibéricos a
los númenes del bosque. El abad, archienemigo de aquel sabio
que se llamó Adolf-Schulten, la situaba en la cumbre del
"Paso Marañón", y la describía de esta forma:
"...enorme mole de más de 10 metros cúbicos que a modo de
campana, a muy poco esfuerzo de la mano del hombre y a
ligero empuje del viento, se balancea".
Tendrían que pasar varias
décadas hasta que Antonio Ruiz Vega, en enero de 1989, y
dentro de su serie "La Soria Mágica" publicada en
SORIA SEMANAL, la rescatase del olvido, hiciera alguna
mención de ella ("...es una enorme masa de roca en
equilibrio semiinestable que cabecea con muy poco esfuerzo")
y encontrara cierta relación con la primitiva "Mesa de
la Virgen del Almuerzo", en Narros, esa misma localidad
en la que los hermanos Alfredo e Isaac Sanquirico, canteros
de Covaleda, han dejado muestras de su buen hacer en la
casona de la Media Naranja.
Bretos
Pero retornemos a
Cunqueiro y sus mundos-trasmundos sentidos-presentidos, en
que se confunde el país gallego con el de las dos Bretañas,
la francesa y la de la pérfida Albión.
Alvaro Cunqueiro se hubiera sentido en su casa si hubiera
estado en Covaleda, sobre todo cuando se hubiera enterado de
esa leyenda que hace a los covaledenses descendientes de una
familia o una tribu bretona, por lo que aún se les llama
bretos...
Incluso Angel Terrel y
Cuevas parecía creer en ello cuando señalaba que así parecía
sugerirlo la fisonomía de la mujer covaledense (que no la
del hombre): "(...) son generalmente pálidas, blancas en
cuanto pueda serlo un cutis que sufre las inclemencias del
cielo, de ojos rasgados, negros cabellos y rostro oval y
descarnado. su nariz aguileña, sus labios delgados y cierta
severidad melancólica dan a su fisonomía un carácter igual
al de las razas del Norte, origen de sus primeros
moradores".
Había, asimismo, una
costumbre fúnebre a principios de siglo que impresionó a
Angel Terrel y Cuevas, ritual que podría derivarse de ese
hipotético origen bretón: "Entre las costumbres de Covaleda
hay una muy rara y que parece llevarnos a los tiempos
antiguos, me refiero a los enterramientos. Cuando en
Covaleda muere una persona es costumbre que sus deudos le
acompañen hasta el cementerio demostrando su dolor con
acompañamiento de gritos, lamentos y llantos. Esto llama
mucho la atención, sobre todo en muchos en que los gritos y
llantos son exagerados".
Turdetanos, duracos,
bretos o pelendones son las posibles tribus fundadoras de
Covaleda. Para el arqueólogo será importante saber con
exactitud a cuál de ellas atenerse. A mí me es igual. El
fondo céltico es lo que subyace en ellos. Y eso es lo que
puede conmover mi alma. Además, parafraseando a Cunqueiro:
"Reclamo para la libre fantasía de Dios la Creación, y para
la humana imaginación el derecho a inventar Bretaña en
Covaleda, caminos, países, vientos y canciones. Y todo es lo
mismo, salvo que el hombre añade nostalgia.
Piedra
Andadera que no habla
Es una pena que Alvaro
Cunqueiro no conociese la Piedra Andadera porque
seguro que le habría dedicado un artículo tan nostálgico y
céltico como el titulado "La piedra que habla",
publicado en EL FARO DE VIGO el 3 de junio de 1962, y
recogido en su libro "Los otros caminos".
Sus primeras líneas nos acercan al misterio de nuestra
Piedra Andadera que, por desgracia, no habla, como lo
hizo la más famosa de las piedras andaderas de Europa.
Leemos, pues, a Cunqueiro: "Estos días estaba yo escribiendo
de la piedra oscilante del santuario de Nosa Señora de
Barca, en Muxia, y manejaba dos testimonios de que el ruido
de la piedra al bailar es una "fala", y hay memoria de que
alguno lo haya entendido, especialmente en la Edad Media,
cuando fue utilizada en pruebas judiciales. La piedra decía
sí y no, como Cristo nos enseña, y estuvo siempre del lado
de los inocentes, bailando bajo los pies de éstos, y dejando
oír su ronca voz. Pero de todas las piedras oscilantes de
Occidente, la que mejor hablaba, como una persona y en
galéico literario, era la piedra de Croclaugh, en el
Donnegal de Irlanda. Estaba también vecina de la mar, y la
mojaba muchas veces la ola atlántica. Tenía forma de
caballo, pero no se dejaba cabalgar más que por perfectos y
osados campeones. Fueron sus más célebres jinetes Finn
MacCumhail, Conan, Mannahan hijo del mar, Ossian, y el gran
constructor y herrero Goban Saor, quien le puso a la piedra
riendas de hierro. Cuchulain no la pudo cabalgar, que la
piedra se encabritó...".
El relato continúa, pero
no seré yo quien desvele el resto de la narración y su final
romántico y trágico. Léalo el lector, de primera mano, en el
citado libro de Cunqueiro.
¿Habrá alguna leyenda guerrera, brujeril, caballeresca o de
otro tipo, sobre nuestra Piedra Andadera soriana,
la de Covaleda, en algún pergamino aún sin descifrar o
transcribir?. Mucho me placería que así fuera, y si los
dioses me benefician con el privilegio periodístico de dar
tal noticia, con mucho gusto aprendería - ¡yo que soy tan
torpe para la danza y el baile! - los pasos de la "Jota
de Covaleda" y de la "Rueda" pinariega para
bailarlas en torno a esta mágica roca, cual druida céltico.
Tal vez entonces la
Piedra Andadera bailara a mi lado, con lobos aullando y
ciervos berreando, mirándonos sorprendidos. Y algún oso
pardo quizá retornaría y podría volverse a escribir, como se
hizo en el libro de montería de Alfonso XI, que "La garganta
de Covalleda es buen monte de oso et de puerco en verano".
Con suerte hasta quizá me acompañaran en tan chamánica danza
los menhires del "Raso de la Nava", que irían hasta
allá arriba volando, como lo hicieron hace milenios los de
Stonehenge.
Y que tú, lector
escéptico, fueras testigo de todo ello, porque luego, entre
todos, compartiríamos una caldereta como la comunal de San
Lorenzo, en el bosque o en ese hotel pionero de los Pinares
sorianos que rememora a la montaña mágica de la zona, el
Urbión, en cuya falda nace el Duero, con cuya agua
cristalina y fresca se realizaría guiso y caldo. Y entonces
tal vez tú también escucharías el Grito de Merlín.
Que así sea.
En memoria de
Alvaro Cunqueiro
El Burgo de Osma, 4 de marzo de 1995
© Ángel
Almazán de Gracia
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