Eugenio Vega
Los orígenes de las escrituras prelatinas peninsulares son confusos,
basados en datos escasos y no siempre fiables y, por tanto,
proclives a la interpretación. No tiene sentido hacer afirmaciones
rotundas sobre la situación lingüística de la Península en aquellos
tiempos. Los pocos datos existentes no dan para mucho por lo que han
sido en tantas ocasiones analizados a la luz de la ideología
política de cada momento.
Las interpretaciones tendenciosas han sido frecuentes. Así, Andrés
de Poza [1532·1595], un hispano flamenco nacido en Amberes publicó
un tratado acerca De la Antigua lengua de las Españas en el
que afirmaba que “el vascuence es una de las setenta y dos lenguas
matrices en que se dividió la lengua común antediluviana como
consecuencia del castigo de Babel. Tales lenguas, como inspiradas
directamente por Dios, son perfectas y participan con la primera
lengua de la humanidad, que para Poza es el hebreo, de la propiedad
de denotar en sus palabras la naturaleza de los objetos designados”.
4 Del mismo modo, en 1903 Joseph Aladern publicó en
Barcelona un librito en el que afirmaba que “es un hecho innegable
la existencia de la lengua catalana anterior a la conquista romana”
y, apoyándose en Julio César, afirma que “queda destruida
formalmente la creencia de que nuestra lengua sea hija de la
latina”.5 Lo cierto es que hasta el siglo XX no se
dispuso de hallazgos arqueológicos suficientes que permitieran
sistematizar el conocimiento de las lenguas peninsulares.
La conquista de la Península Ibérica por Roma se inició el año 218
antes de Cristo cuando las legiones romanas de Escipión
desembarcaron en Ampurias para enfrentarse con las fuerzas de
Cartago. La ocupación conllevó un proceso de asimilación, mayor y
más temprano en el sureste y más tardío en el oeste y el norte, pero
que finalmente alcanzó a todo el territorio peninsular. La llegada
de inmigrantes de origen romano e itálico, fenómeno especialmente
intenso con Julio César y Augusto, ya en el siglo I antes de Cristo,
terminaría por hacer de Hispania una de las provincias más
importantes del Imperio y la que más influencia recibiría de la
metrópoli. Esta asimilación a la cultura de Roma habría de incluir
la lengua y la escritura latina como formas dominantes
decomunicación. El proceso no fue corto ni uniforme, y aunque en una
primera fase las lenguas prerromanas pudieran tener una presencia
igual a la latina, ésta termino por convertirse en completamente
dominante.
Sin embargo, durante la época anterior a la expansión de la
romanización e incluso en periodos de la conquista, las distintas
lenguas prerromanas eran de uso común y utilizaban otras formas de
escritura diferentes a la latina de las que se conservan restos
arqueológicos.
Al margen de las suposiciones más o menos rigurosas sobre las
lenguas originarias de la Península, los restos arqueológicos
señalan que pudieran existir cuatro grupos lingüísticos
diferenciados:
a. Un área que comprendería el suroeste peninsular, ocupada
por una lengua de origen desconocido, quizá indoeuropeo, y que
algunos autores han querido relacionar con la cultura de Tartessos.
b. Una segunda zona que incluiría gran parte del sur y la
costa mediterránea ocupada por la lengua ibérica, de origen no
indoeuropeo y que bien pudiera ser una lingua franca que
sirviera de vehículo de comunicación para diversos grupos étnicos .
Se ha querido ver en la lengua ibérica un precedente del actual
vascuence o euskera pero no existen datos que permitan afirmarlo con
rotundidad. La imposibilidad de traducir los textos ibéricos
mediante el euskera moderno ponen en duda esa relación.
c. La tercera, en el Oeste peninsular denominada por los
filólogos hispánico occidental y que a propuesta de Antonio
Tovar pasó a llamarse “lusitano por coincidir su dominio, de
forma más o menos aproximada, con la de este pueblo prerromano”.
Cierto es que se conocen sólo unas pocas inscripciones lusitanas muy
tardías, todas ellas ya en alfabeto latino.6
d. Y por último, una región que incluiría el sistema central,
la meseta y el Noroeste peninsular, donde cabría pensar que se
hablasen lenguas célticas pertenecientes a la familia indoeuropea y
emparentadas con el galo y el lepóntico y, en la medida que
corresponde, con lenguas actuales como el bretón o el galés.
Primacía de la cultura ibérica
De los pueblos peninsulares fueron los comprendidos bajo la
denominación de iberos los que alcanzaron un mayor desarrollo y una
economía más floreciente. Pero no cabe pensar que fueran homogéneos
ni tuvieran un mismo origen todos los que recibían esta
denominación. Se cree que llegaron a la Península en diversas
oleadas y está ya muy desterrada la idea de un origen exclusivamente
africano de estos pueblos. De hecho la expresión ibérica, utilizada
por los griegos para designar a todos aquellos que habitaban la
Península, al margen de su procedencia, tenía un sentido más
geográfico que étnico. El ibérico constituiría, junto con ciertos
elementos célticos, griegos y púnicos, el sustrato lingüístico del
latín de Hispania.
Los iberos conocían la escritura y utilizaban un sistema propio que
se extendió también a las regiones de cultura celta. Era un
silabario con tendencia a la alfabetización. Pertenecía al grupo
semítico occidental y, hasta donde se conoce, estaría emparentada
con otros sistemas silábicos como el etrusco y el griego primitivo.7
Se conservan inscripciones ibéricas, si bien no todas poseen una
extensión relevante y, aunque han sido transcritas al alfabeto
latino, no han podido ser convenientemente interpretadas.8
Como y se ha indicado anteriormente, si la relación entre el
ibérico y el vascuence fuera la que ciertos autores señalaron,
habría sido posible traducirlas. Como señala Gelb “toda escritura
fonética puede y en definitiva debe ser descifrada si se conoce el
idioma expresado en ella” cosa que no ha sucedido con estas
inscripciones .9
Aunque existieran elementos comunes entre el vascuence y el ibérico,
podrían ser resultado del Intercambio entre ambos pueblos en
diversos momentos de subdesarrollo más que de una relación de
parentesco entre ambas lenguas. Algo parecido a la influencia que el
inglés ejerce hoy día sobre tantas lenguas. En definitiva no existen
pruebas concluyentes. Como señala Lapesa “hoy no parece sostenible
el parentesco, no ya la identidad, entre las dos lenguas” y el
conocimiento del vasco ha servido poco para interpretar las
inscripciones ibéricas.10
Fue Manuel Gómez Moreno quien comenzó a descifrar estas
inscripciones ibéricas en los años veinte del pasado siglo. Las
escrituras ibéricas no parecen anteriores al siglo V antes de Cristo
y son, en general silábicas o semisilábicas, salvo algún ejemplo
completamente alfabético más emparentado con el griego. Las muestras
parecen relacionados con las diversas potencias que ocuparon la
Península [fenicios y griegos] antes que con pueblos autóctonos. Su
grado de evolución es patente en la ausencia de signos de carácter
pictográfico o jeroglífico que hubieran correspondido a estadios
anteriores en el desarrollo de cualquier escritura y que no se
encuentran en la Península. Cabe pensar que tomaran como modelo un
sistema foráneo muy evolucionado, ya probado, y sobre el que se
harían las necesarias modificaciones.
El nombre de “signario” con el que tan a menudo se alude a la
escritura ibérica, proviene del hecho de que no sea propiamente un
alfabeto ni un silabario, sino un sistema mixto en el que las
vocales y algunas consonantes se escriben de forma alfabética,
mientras ciertos sonidos silábicos eran presentados por signos
específicos.
Cabe distinguir diversas variantes del signario ibérico.
1. Sistema ibérico de Levante y el Nordeste peninsular en el
que se incluirían las variedades utilizadas por los celtíberos en el
valle alto del Ebro. Comprendería una amplia zona desde el Rosellón
en Francia hasta la provincia de Alicante. Utilizaría 28 signos y
sólo son silábicos tres grupos de consonantes. El dibujo de los
signos ha sido tomado de los sistemas griegos y púnicos pero con
valores fonéticos diferentes adaptados a las particularidades de la
lengua.
2. Sistema ibérico meridional, que incluiría Andalucía
superior, Murcia y Albacete y empleado por turdetanos, oretanos y
bastetanos. Las inscripciones, menos numerosas, presentan ciertas
dificultades de trascripción. Puede incluirse en este amplio grupo
un sistema sudoccidental, en la zona de Huelva y el Algarve
portugués, de fechas más tardías, siglo III, sin signos de
puntuación y que se escribiría de derecha a izquierda.
Aparte del signario ibérico, existirían otras formas de
escritura de uso específico en algunas zonas de la Península. El
sistema fenicio sería utilizado en la costa andaluza, desde
Almería hasta la desembocadura del Guadalquivir. Una especie de
alfabeto grecolatino sería empleado en ciertas regiones del
Mediterráneo; al parecer se trataba de un alfabeto creado
artificialmente para escribir textos en lengua ibérica a partir
de un modelo griego.
Lengua céltica en escritura ibérica
Un hecho llamativo es que la escritura ibérica debió estar lo
suficientemente extendida y gozar de prestigio, como para ser
considerada por pueblos que hablaban otras lenguas. La llegada
al centro y noroeste de la actual España de pueblos de cultura
celta tuvo lugar en un periodo no muy definido entre la edad del
bronce y la primera edad del hierro. Los pueblos célticos
peninsulares [vaceos, vettones, arévacos, astures, carpetanos]
recibirían una marcada influencia de la cultura ibera más
evolucionada con la que necesariamente estaban en contacto en la
zona oriental de las dos mesetas.
Esa relación puso en contacto a estos pueblos con formas de vida
algo más evolucionada. Les familiarizó con las artes suntuarias,
con formas de comerció más complejas y les mostró la existencia
de la escritura. Esto fue muy evidente en el caso de los
celtíberos que, en sentido estricto, eran los pueblos celtas que
poblaban parte del sistema Central, del sistema Ibérico y el
valle alto del Ebro y que se enfrentarían a los romanos en
Numancia en torno al 140 antes de Cristo.11 La
apropiación por parte de quienes hablaban lenguas celtas de la
escritura ibérica era lógica debido al mayor prestigio de las
regiones del mediterráneo. En todo caso, es necesario señalar
que no se han encontrado restos arqueológicos en otras zonas de
la Meseta y en el noroeste que no estuvieran escritos en latín
por lo que cabe pensar que esos pueblos recibieran la escritura
como una más de las novedades que supuso la conquista.
Cabe pensar que los celtíberos hablaban una lengua que heredó
muchos de sus rasgos del celta continental y compartía por tanto
características comunes con el galo y el lepóntico que se
hablaban en la Galia y en el norte de Italia.12
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Inscripción gala en escritura griega |
Pero su diferencia estribaba en que el celtíbero tomó ciertas
formas léxicas de lenguas autóctonas no indoeuropeas por
influencia ibérica, y esto, junto con otros factores, alteró
profundamente su fonología. Estos cambios fonéticos y léxicos se
reflejan en los topónimos de tantos lugares así como en los
nombres de las divinidades.
En las últimas décadas se ha avanzado mucho en el conocimiento
de esas lenguas hispánicas prerromanas de origen indoeuropeo.13A
diferencia de la lengua ibérica que no ha podido ser
satisfactoriamente traducida, la lengua celta guarda suficiente
relación con otras lenguas indoeuropeas como para poder iniciar
su desciframiento. Eso no quiere decir que el éxito haya sido
total, como señala Wolfgang Meid, la dificultad de los textos
hace que las traducciones sean consideradas esencialmente
propuestas especulativas.
En relación a las características lingüísticas debe señalarse
que el celtíbero, frente a otras lenguas celtas continentales,
como el galo y el lepóntico, no sustituye el fonema indoeuropeo
/p/. Lo característico de las lenguas celtas es la
pérdida de ese fonema que las distingue de otras subfamilias.
14 Eso significa que una palabra latina, griega o
sánscrita que tuviera una p en posición inicial o media
aparecería sin ella en la subfamilia celta y así sucede con la
palabra latina “porcus” que en gaélico deviene “orc”.15
Los más importantes restos de lengua celta en escritura ibérica
fueron encontrados en la localidad zaragozana de Botorrita,
donde antiguamente estaba el emplazamiento celtíbero de
Contrebia Belaisca. Esto restos comprenden una serie de
inscripciones en bronce: dos en signario ibérico y lengua
céltica y uno en lengua y alfabeto latino. Botorrita se
encuentra a unos veinte kilómetros de Zaragoza, en la margen
derecha del río Huerva, cerca del asentamiento de la ciudad
ibérica Salduie lo que explica su relación con aquella cultura y
las lenguas no indoeuropeas.16
Obviamente no se trata de documentos literarios en sentido
estricto. “Los dos grandes bronces celtibéricos de Botorrita I y
III son documentos redactados con la finalidad de ser expuestos
al público, de la misma manera que lo eran los decretos
municipales o los Senatus Consulta romanos. El segundo de ellos,
consistente en una larga lista de personas, ha sido inscrito
siguiendo un orden compositivo [ordenatio] totalmente
latino, jugando con los tamaños de las letras, las columnas y
las líneas de las entradas”.17
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El bronce de Botorrita |
El alfabeto ibérico, como se ha señalado, se adaptaba mal al sistema
fonológico de una lengua celta, de forma que hubieron de practicarse
procedimientos variados para la representación de los sonidos.
Cuando los celtíberos tomaron sus signos de los iberos, la
peculiaridades de su lengua obligaron a que la escritura hubiera de
adaptarse “a la fonética del celtíbero, por lo cual a la hora de
escribir sílabas que presentaban la combinación de oclusiva +
líquida hubieron de recurrir a distintos subterfugios”.18
Estos procedimientos suponían en la práctica una tendencia hacia
formas decididamente alfabéticas.
En pocos siglos los celtíberos fueron asimilados por los romanos y
su lengua celta desapareció para siempre. “La completa romanización
de los territorios ibéricos en tiempos de Augusto, borró por
completo las antiguas lenguas, al menos en su evolución oficial y
comprobable”, y no se ha podido encontrar una verdadera conexión,
más allá de algunos términos aislados, entre los idiomas de los
pueblos prerromanos y las lenguas romances hoy extendidas en España.19
El final
A
modo de conclusión, es preciso señalar que la escritura empleada por
los pueblos prerromanos apenas evolucionó en su vida peninsular, no
tuvo un desarrollo propio relevante. No se han encontrado formas
primitivas de escritura basadas en la pictografía o en mecanismos
logosilábicos. Más parece que los habitantes de la Península tomasen
sin más aquellos sistemas que habían mostrado su eficacia en otras
culturas y que llegaban aquí con el prestigio de las potencias que
los traían. Por otra parte, muchas colonias, especialmente en la
costa mediterránea mantuvieron sistemas que ya empleaban en sus
regiones de origen.
Si cierto es que los silabarios del Mediterráneo contribuirían al
desarrollo del alfabeto griego y más tarde latino, los pueblos
peninsulares se limitaron a utilizar, en el mejor de los casos con
alguna adaptación, las escrituras que empleaban los colonizadores
que llegaron a la Península. No quiere eso decir que las escrituras
ibéricas no tuvieran rasgos diferenciados de sus parientes
mediterráneos, obviamente crearon signos propios y establecieron
mecanismos compositivos nuevos, pero no introdujeron cambios
conceptuales que supusieran una verdadera transformación de la
relación entre lengua y formas escritas. Es decir, ningún sistema
peninsular alcanzó la fonetización como fruto de su evolución y la
primera escritura plenamente alfabética, la latina, fue impuesta por
la romanizacion.
Del mismo modo, los sistemas híbridos encuadrados bajo el paraguas
de la escritura ibérica, serían sustituidos por el más evolucionado
alfabeto latino sin ninguna posible transición. Incluso puede
afirmarse, como demuestran algunas de las inscripciones latinas de
Botorrita o la epigrafía lusitana que la escritura latina fue
empleada de manera inmediata para representar formas lingüísticas
celtas o celtoide por razones prácticas que no precisan de mucha
explicación. Lógicamente el motivo que llevó a usar los sistemas
ibéricos a estos pueblos del interior, es decir utilizar un sistema
ya probado por una cultura de prestigio, condujo igualmente al uso
de la escritura latina en cuanto está adquirió una suficiente
difusión. En definitiva, una nueva forma, ajena completamente a la
tradición, fue asumida por razones diversas.
La insistencia en relacionar la escritura con los rasgos distintivos
de una lengua no tiene más fundamento que el ideológico. Menos aún
con los rasgos de una nación o de una etnia. La escritura no ha sido
otra cosa que una convención gráfica con el único objetivo de
preservar la memoria y de comunicarla. Ahora bien, no cabe duda que
la aceptación de un nuevo sistema, de un nuevo código, no lo es sólo
por razones prácticas o funcionales; un peso aún mayor tiene el
prestigio de la cultura que propone esa escritura a la que los
recién llegados quieren integrarse asumiendo sus sistemas de
comunicación. Esto fue sin duda el principal motivo de que las
escrituras ibéricas desaparecieran con la romanización y de que a
partir de 1492 sucediera lo mismo con el árabe y el hebreo.
VEGA, Eugenio (2008) “Escrituras prelatinas en la Península
Ibérica”.
http://www.paperback.es/articulos/vega/celtiberia.pdf
4. Casi todas
las leyendas sobre el origen de las lenguas de España tienen al
vascuence por protagonista. JUARISTI, Jon. (2000) El bosque
imaginario. Madrid: Taurus. p. 141, 142.
5. ALADERN,
Joseph. (1903) Lo catalá. Es idioma o dialecte? Barcelona: Vidal i
Planuch. p. 9, 10.
6.
Previamente al período romano no había existido una epigrafía
lusitana propia. SALINAS DE FRÍAS, Manuel. (2006) Los pueblos
prerromanos de la península Ibérica. Madrid: Akal. p. 132.
7. GELB,
Ignace. (1985) Historia de la escritura. Madrid: Alianza Editorial.
p. 200.
8. ENTWISTLE,
William J. (1973) Las lenguas de España. Madrid: Istmo. P. 49 y sig.
9. GELB, Ignace.
(1985) Historia de la escritura. Madrid: Alianza Editorial. p. 84.
10. “Tampoco
se admite la comunidad de raza: aunque algunos hayan defendido que
los dos pueblos son ramas distintas del tronco caucásico, la
procedencia africana de los iberos parece indudable”. LAPESA, Rafael
(1981) Historia de la lengua española. Madrid: Gredos. p. 25, 26.
11. Las tribus
celtas consideradas celtibéricas serían los arévacos, los
pelendones, los lusones, los titos y los belos.
12. El galo
fue escrito en caracteres de tipo etrusco-latino, y también en
alfabeto griego. Se conserva un centenar de inscripciones en galo
fechadas entre los siglos III a.C. y los primeros años de la época
cristiana. Aunque hay testimonios que afirman haberse conservado
hasta el siglo IV d.C. Su interpretación en general resulta
sencilla.
13. “Se ha
reconstruido la declinación celto hispánica; se han identificado no
pocos elementos léxicos y nombres propios de lugar; y la onomástica
personal ha sido estudiada a la vista de sus relaciones con otros
lenguas indoeuropeas”. LAPESA, Rafael (1981) Historia de la lengua
española. Madrid: Gredos. p. 23.
14. Un rasgo
que distingue el gaélico del britónico consiste en que el primero
conserva el elemento labiovelar del indoeuropeo /qu/, que más tarde
se escribió como /c/, sin embargo el britónico lo convirtió en /p/.
Así el irlandés cuig o coo-ig, (que significa 'cinco'), corresponde
al galés pump.
15. Tal y
como puede verse en el bronce de Botorrita la conjunción copulativa
indoeuropea *-kwe aparece transcrita -ku.e y no -pe como en galo y
lepóntico. Esto es un arcaísmo que el celtíbero conservó mejor que
ninguna otra lengua celta conocida. Para una visión general sobre
las lenguas celtas modernas puede consultarse WALTER, Henriette.
(1997) La aventura de las lenguas en Occidente. Su origen, su
historia y su geografía. Madrid: Espasa Calpe.
16. BELTRÁN
LLORIS, Miguel (2001)”Contrebia Belaisca” en ALMAGRO GORBEA, Martín
et Alter. Celtas y vettones. Ávila: Diputación Provinicial de Ávila.
17. Otro tipo de
documentos eran las téseras de hospitalidad o tesserae hospitales
que “forman, sin duda alguna, el conjunto de inscripciones más
característico del corpus celtibérico. Se trata de documentos, por
lo general breves, que dan fe del pacto de amistad establecido entre
individuos de comunidades distintas o entre individuos y
comunidades”. GORROCHATEGUI, Joaquín. (2001) “La lengua celtibérica”
en ALMAGRO GORBEA, Martín et Alter. Celtas y vettones. Ávila:
Diputación Provinicial de Ávila. p. 200 y sig.
18. “Así
encontramos escrito [co.n.te.r.bi.a] o [co.n.te.bi.a] por Contrebia,
en latín”. SALINAS DE FRÍAS, Manuel. (2006) Los pueblos prerromanos
de la península Ibérica. Madrid: Akal. p. 99, 100.
19. GUADÁN,
Antonio Manuel (1976) “Idioma y escritura de los pueblos prerromanos
en la Península” en Historia 16. nº 1. Mayo. Madrid. p. 104, 106.
Bibliografía
CARO BAROJA, Julio (1981) Los pueblos de España. Madrid: Istmo
COROMINAS, Joan. (1991) Diccionario crítico etimológico castellano e
hispánico. Madrid: Gredos.
LAPESA, Rafael (1981) Historia de la lengua española. Madrid:
Gredos.
MEID, Wolfgang (1996) “Hacia una completa intelección de la primera
inscripción celtibérica de Botorrita” en Kalathos, Revista del
seminario de arqueología y etnología turolense, Nº 15. p. 145, 162.
SALINAS DE FRÍAS, Manuel. (2006) Los pueblos prerromanos de la
península Ibérica. Madrid: Akal.
TOVAR, Antonio (1973) “Las inscripciones de Botorrita y de Peñalba
de Villastar y los límites orientales de los celtíberos” en Hispania
Antiqua nº 3, p. 367, 405.
UNTERMANN, J. (1995) “Epigrafía indígena y romanización de la
Celtiberia” en BELTRÁN, F. (editor) Roma y el nacimiento de la
cultura epigráfica en Occidente. Institución Fernando el Católico.
Zaragoza. p. 197, 208.
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