APUNTES SOBRE LA RELICIOSIDAD CELTÍBERA
Blas Taracena
En
los cultos celtiberos, como en los celtas, aparecen numerosas
representaciones
de animales dioses que ya no son totems por sí
mismos, sino que recuerdan
los
elementos populares de mitos de origen
totémico,
como ocurre con Cuchulainn y Oisin
(el perro de Culain y el cervatillo) en la literatura
irlandesa. Sólo a través de
un recuerdo totémico
puede explicarse lacomplicada y
monstruosa fauna deseres
fijamente individualizados por algún trazo, cruz,
rueda, triquetra, etc., pintada en los vasos numantinos, y aun
esas raras escenas en que se presiente un oscuro
simbolismo, como toros
devorando peces, hombres con cabezas de caballo, aves con
torso humano o cuerpos de caballos tricéfalos, motivados por el
simbolismo de
lo triple que los celtas del siglo
IV
aprendieron de los griegos. El toro era un
Iberia
un animal sagrado; los cántabros bebían la sangre
de caballo, sin duda celebrando
una
comunión cruenta para adquirir sus cualidades, y la cierva
blanca de Sertorio era para los españoles su intermediaria
con la divinidad.
Ningún templo se ha encontrado en la
Celtiberia, a no ser cierta la sospecha del
que corona la acrópolis rupestre de Termancia;
pero el hallazgo de exvotos de barro
de
figuras de animales en Almaluez, correspondiente al final de la
cultura posthallstáttica,
y luego de otros humanos o de pies calzados, animales y aun
vasos zoomórficos
de barro en Numancia, semejantes a los ibéricos de bronce de los
santuarios de Despeñaperros,
nos fuerza a esperar un día el descubrimiento de
santuarios. Y
en la misma Numancia hemos encontrado
estatuillas diversas. No podemos
penetrar en la básica concepción religiosa de
estos pueblos ni llegar a la explicación clara
de sus mitos, pero aun con riesgo de caer en el
exceso interpretativo que fue achaque de comienzos de nuestro
siglo, sí parece posible identificar los símbolos.
Es frecuente ver en lugares destacados de algunos
vasos del primer estilo numantino representaciones del Sol
en forma de ancho anillo circular, solo o asociado
a la Luna en creciente al modo conocido por la época de
Hallstatt y mezclados
con escenas hípicas, y en los del tercer estilo, pero sólo
significado a veces por sus líneas de rayos.
También en estos últimos aparece constantemente
la swástica, cruz de brazos
doblados citada en el Ramayana y signo
ario por excelencia, que en el siglo
XV
parte
de la India e invade Europa durante la Edad
del Bronce. Tan frecuente es su uso en Celtiberia, que la
mayoría de las veces va asociada a temas geométricas inexpresivos
y sólo debe de tener valor ornamental; pero algunas otras figura
aislada en
lugares destacados de los vasos o dentro de los
círculos del Sol, por lo que entonces es inevitable creerla tema
simbólico de su culto, y al ver reunidos círculo solar y
swástica en el centro de aves afrontadas o de aspas
constituidas por cuatro peces, debemos pensar que tan
extraños conjuntos son, por transposición, supervivencia ornamental
de viejos conceptos míticos venidos de Oriente y aposentados en
el arte
geométrico
de la primera Edad del Hierro griega y en
las cultura centroeuropeas y de
las penínsulas occidentales. Igualmente debe ser
tema religioso, como los carros del
sol del mundo céltico, la escena pintada en el
vaso del primer estilo que en perspectiva
convencional presenta un ave arrastrando un carro de cuatro
ruedas. Otros de
más seguro simbolismo aparecen también en las
pinturas del tercer estilo y objetos
coetáneos; los vasos ya citados del hombre con
cabeza de caballo, los toros devorando
peces
(acaso recuerdo de un mito de fecundación de la
tierra), quizá las
fíbulas de caballo con círculos
o, de no representar trofeos, las de
caballo y jinete con
cabeza humana
bajo el morro del animal, y más que ellas, el
vaso de los guerreros
muertos devorados por aves,
comentario pictórico a los versos de Silio
Itálico y
Eliano.
Desgraciadamente es hasta hoy caso único éste en
que podemos desvelar por la comprobación arqueológica de los
textos clásicos la creencia de los celtíberos en
el cielo y en los animales sagrados. Juzgando por
los ritos funerarios en que las cenizas del difunto se
entierran con sus armas y adornos, del cielo, morada de los
dioses y de la vida de ultratumba, debemos formarnos idea
bastante materialista, verles sólo como una prolongación de la
vida terrestre castigada por sus mismas
necesidades. Es lógico creer que todo este
conglomerado de personificaciones divinas
sobre seres humanos y animales o monstruos híbridos proceda de
la cultura céltica
mezclada con la vieja cepa heliolátrica de los iberos.
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