NACIONALIDAD CULTURAL DE CELTIBERIA

 

LEYENDAS CELTAS TRADICIONALES

 

 

 

 

 

La leyenda de Pwyll

 

Cabalgaba por un bosque cerrado y oscuro, a la caza del ciervo, un caballero llamado Pwyll, señor de las tierras de Dyfed. Habíase quedado sólo, y hasta la vista de sus propios perros había perdido entre tanta espesura. Por eso se extrañó y su caballo se removió inquieto cuando vio aparecer entre los árboles un ciervo a la carrera, perseguido de cerca por una manada pequeña de perros que no eran los suyos, ladrando y aullando enloquecidos. Su primer impulso fue seguirlos, pero enseguida se dio cuenta de que los perros no eran normales: tenían las orejas completamente rojas, como brasas brillantes que refulgían en medio del pelaje blanco. Todo buen galés sabe que eso es mala señal, pelirrojos son los hombres y las mujeres tocados por las hadas, y lo mejor es alejarse de ellos. Así lo hizo el cazador, pero ya era demasiado tarde. Había traspasado los límites del Reino de las Hadas, llamado Annwn, la Tierra de los Muertos.


Entre las brumas que de repente parecían trepar por los troncos apareció un hombre montado a caballo, al paso. Por los belfos, el animal humeaba aliento caliente. Bajo un yelmo de brillante plata, el extraño habló:


-Esperaba más de vos, Pwyll. Confiaba en contar con vuestros brazos en esta cacería...


-Siento haberos defraudado, señor, pero pensé que era ajeno...


-Pues hicistéis mal al no seguir vuestro primer impulso: la pieza se ha perdido.


-Lo siento de veras, señor, y si en mí está el arreglarlo, os ofrezco cuanto soy y tengo en reparación de tal afrenta, mi señor. Más decidme, ¿cuál es vuestra gracia?


-Mi nombre es Arawn, rey de Annwn, y no esperaba menos de vos. El Hado ha querido reunirnos aquí y ahora y vuestro compromiso es bienvenido y aceptado.


-Sea, mi señor Arawn. Decídme que queréis de mí.


-Puesto que aceptáis antes de escuchar, sabed que vuestra lanza deberá erguirse en vuestro brazo al término de un año. Sois el elegido para batiros en duelo contra mi enemigo, el caballero Havgan, que se ha apropiado de buena parte de mis tierras.


-De nobles es ofrecer antes de pedir, mi señor. Nunca rechacé un lance, y no lo haré al término de un año, que sea aquí donde nos reunamos.


-Sea pues este el lugar, el bosque de Glyn Cuch, pero escuchad, durante este tiempo vos seréis Arawn y yo seré vos, vos gobernaréis mis tierras y mis gentes en Annwn y yo lo haré bajo vuestra misma apariencia en vuestro reino, Dyfed. Nadie sospechará nada, pues la figura de Arawn será la vuestra, y la de Pwyll será la mía. Ese es el trato. Ahora, cabalguemos hacia nuestros nuevos destinos, y volveremos a vernos cumplido un año.


Volvió grupas el rey de Annwn, pero apenas había recorrido unos metros cuando volvió, gritando:


-Un momento, Pwyll, debéis saber que mi enemigo Havgan, goza de mágicas protecciones. Cuando os enfrentéis a él, dadle sólo un golpe, y no le déis el de gracia, pues si lo hicieráis reviviría con igual fuerza.

 
Corcoveaba nervioso el caballo mientras el Rey de las Hadas hablaba, y al fin arrancó al galope, perdiéndose entre los árboles, camino de Dyfed. Pwyll apenas salía de su asombro, pero la palabra estaba dada. Parecía que su montura conociera el camino, pues en breve lo llevó hacia un castillo, que supuso era el que iba a tener que gobernar durante un año bajo la apariencia física de Arawn.


Mas no había supuesto Pwyll que los problemas vendrían después de tratar con guerreros, terratenientes y ciudadanos. Esa parte fue fácil, la justicia fluía de sus manos pues tenía la verdad asentada en su mente. Lo dificil vino cuando se retiró a sus habitaciones al término del primer día.


Allí lo esperaba la mujer de Arawn, pensando que era él, y deseando, supuso, el mismo trato de todas las noches. La mujer era bella, como sólo pueden serlo las hijas de las hadas. El compromiso era gobernar un territorio, mas no mancillar sus posesiones, pensaba en su interior Pwyll, por eso se mantuvo firme, se volvió contra la pared de piedra, en silencio, sin contestar a las preguntas ni a los ruegos de la desconcertada esposa. Toda la noche la pasó así, y tras la primera noche, las siguientes, hasta cumplir el año acordado.
Entonces fue Pwyll en la figura de Arawn con sus pertrechos de combate al vado del río en medio del bosque de Glyn Cuch, y allí estaba esperando Havgan, su enemigo, impresionante con su armadura negra y su lanza inmensa. Y no se lo pensaron dos veces, que tal como se vieron se calaron los yelmos, empuñaron las picas y lanzaron a galope las monturas envueltas en bardas volando al viento. El choque fue brutal. Havgan dejó caer su lanza, estaba malherido y a duras penas se mantenía en la silla:


-Por compasión, termina lo que empezaste, remátame y vuelve vencedor- gritó el guerrero. Pero Pwyll recordó lo que le dijó Arawn y no quiso embestir de nuevo, aunque estaba preparado:


-Sé con seguridad que me habría de arrepentir si tratara de terminar contigo con otro mandoble; no habra más te digo.


Con un torva mirada, comprendiendo que su final estaba cerca, Havgan el usurpador llamó a sus criados y éstos se lo llevaron de allí. Pwyll, todavía bajo la apariencia y pertrechado con las armaduras de Arawn, recorrió todas las tierras, castillos y señoríos, y los recuperó para Annwn. Sólo entonces volvió al bosque. Ya lo esperaba allí el verdadero Arawn, sonriendo.


-Sabía que confiaba en un buen hombre y un gran guerrero. Recupera tu físico, pues has cumplido de sobras con tu palabra, vuelve a Dyfed y ve lo que allí he hecho en este año.

 
Volvió Pwyll a la carrera, y convocó a sus caballeros. Y les pidió que con sinceridad respondieran sobre cómo había gobernado él mismo durante un año. Y todos a una respondieron que nunca hubo mayor justicia, ni más dones de su mano, ni mejor suerte para tierras, animales y gentes. Y Pwyll agradeció en su interior a Arawn los favores recibidos.

 
Por su parte, Arawn regresó a su reino y lo encontró como esperaba, pero cuando se reunió con su esposa esa noche, y la abrazó, y la besó, y la cubrió de caricias como antaño, no recibió ni palabras ni caricias ni besos de ella. Y cuando le preguntó por qué era así con él, ella le respondió que no hacía más que comportarse como él había hecho durante un año. Y entonces Arawn comprendió, y le contó la verdad a su esposa, y ésta se alegró, y folgaron, y fueron felices, y ella le dijo:

 
-Prueba mayor de amistad no existe en el mundo. Agradece a los dioses haber topado entre los mortales con un verdadero amigo, y no lo pierdas; ni a él, ni tampoco a mí, si osárais enfrentarme de nuevo a la duda.


Ambos reyes y sus descendientes mantuvieron la amistad desde entonces, y se intercambiaron regalos: caballos de guerra, perros de caza, armaduras y cadenas. Y el rey Arawn dio a su amigo el nombre de Señor de Anwn para siempre.

 

 

 

 

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Los Tuatha de Danann

 

La tribu de los fomorios se encontraba ya en el territorio mucho antes de que llegasen a Irlanda las demás razas. Sin embargo, éstos vivían principalmente en el mar. La primera raza no autóctona en invadir Irlanda fue la de Partholon, y se sabe muy poco de ella. Tras 300 años de lucha contra los fomorios, los partholos murieron de una epidemia.
Posteriormente, llegó la raza Nemed, que fué también víctima de una epidemia, pero, esta vez, sobrevivieron algunos, aunque sólo para ser esclavizados por los crueles fomorios. Los reyes fomorios Morg -hijo de Dela- y Connan -hijo de Febar- erigieron una torre de cristal en su baluarte de la isla de Tory, desde el que gravaron con un terrible impuesto a los nemedios. Dos terceras partes de los niños que nacían cada año debían ser entregadas a los fomorios durante el Samhain (31 de octubre). Tras la guerra iniciada para librarse de este impuesto, todos los miembros de la raza de Nemed fueron asesinados.


Más tarde, llegaron colonizadores desde tierras lejanas, los firbolg, que, en realidad, eran tres tribus: la de los hombres de Domnu, la de los de Gaillion y la de los del Bolg. Todos ellos se casaron entre sí y con los fomorios, convirtiéndose en aliados de éstos. Los recién llegados dividieron Irlanda en cinco provincias que se unían en la colina de Balor, en West Meath, posteriormente denominada Colina de Huisnech. Todos estos pueblos practicaron extraños ritos mágicos y continuaron dominando el territorio hasta la llegada de los Tuatha De Danann.


Los Tuatha De Danann (hijos de la Diosa Dana) prosiguieron con la invasión de Irlanda. Algunas leyendas dicen que vinieron del cielo; otras, que procedían de islas lejanas. Las cuatro ciudades de las que eran originarios eran Findias, Gorias, Murias y Falias. Estaban muy dotados tanto para la poesía como para la magia y trajeron con ellos cuatro grandes tesoros: La espadas de Nuada, de Findias; La terrible lanza de Lugh, de Gorias; la caldera de Dagda, de Murias y la Piedra de Fal (Lia Fal o Piedra del Destino), de Falias.


Los Tuatha De Danann llegaron en Beltane (1 de mayo), ocultos por una magia empleada por las deidades Morrigu, Badb y Macha, y se encontraron con los ejércitos firbolgs y fomorios en la Llanura del Mar, cerca de Leinster, donde comenzaron a negociar la paz y la partición de Irlanda, aunque a ello se opuso Eochaid, rey de los firbolgs.


En el Solsticio de Verano, ambos ejércitos se enfrentaron en las cercanías del pueblo actual de Cong, cerca del paso de Benlevi. Grupos de combatientes solitarios lucharon durante cuatro días. Nuada, el rey de los Tuatha De Danann, perdió su mano combatiendo contra Sreng, campeón de los firbolgs. El rey Eochaid murió, y los firbolgs se vieron reducidos a simplemente 300. En gesto de paz, los Tuatha De Danann les ofrecieron una quinta parte de Irlanda. El enemigo escogió Connaught.


Diancecht, médico de los Tuatha, fabricó para Nuada una maravillosa mano de plata que podía mover igual que si fuese real. No obstante, Nuada tuvo que abdicar, ya que no estaba permitido que ningún rey de los Tuatha tuviese ninguna disminución física. En un intento por asentar una paz permanente con los fomorios, el consejo tribal de los Tuatha envió un mensaje a Bress, hijo del rey Elathan, para que fuese su líder. Bress se mostró de acuerdo y contrajo matrimonio con Brigit, hija de Dagda. Simultáneamente, Cian, hijo de Diancecht, se casó con Ethniu, hija de Balor de los fomorios.
Bress prometió abdicar si, en un momento dado, su forma de gobierno no gustaba a los Tuatha, pero, al poco tiempo, comenzó a gravarlos con onerosos impuestos. No tuvo que transcurrir mucho tiempo para que Ogma se viese obligado a recoger leña y para que Dagda se viese limitado a erigir fuertes y ciudades para los fomorios. Para mayor humillación, Bress rebajó las cuotas de comida y leña a los Tuatha.


Llevaban ya los Tuatha De Danann algún tiempo sufriendo grandes penalidades, cuando el depuesto rey Nuada comenzó a tener problemas con su mano de plata a causa de una grave infección. El hijo y la hija de Diancecht, Miach y Airmid, respectivamente, fueron a ver a Nuada y, mediante métodos mágicos, le devolvieron al brazo su anterior mano cortada, haciendo, de este modo, que el rey se viese entero de nuevo. Por alguna razón, Diancecht mató a su hijo por trabajar éste la magia mejor que él.


En el ínterim, Bress era tan avaro con su hospitalidad como lo había sido con sus promesas, práctica no bien considerada por los Tuatha. Cuando el bardo Cairpre, hijo de Ogma y jefe de los Tuatha fue a visitarle, fue tratado con descortesía, siéndole proporcionados una alimentación y un alojamiento horribles. Al partir, Cairpre, le gastó una broma mágica a Bress, quien vio cubierta su piel por innumerables abones rojos. Los Tuatha insistieron para que Bress abdicase.


Bress se retiró al bajo el mar, al reino de los fomorios, donde se quejó a su padre Elathan. Los ejércitos fomorios decidieron expulsar a los Tuatha De Danann de Irlanda.


Mientras Nuada celebraba su vuelta con un gran banquete en su capital de Tara, un extraño guerrero se acercó a las puertas de la ciudad y solicitó permiso para entrar. Se trataba de Lugh, hijo de Cian y de Ethniu y nieto de Diancecht.


El encargado de la puerta le negó la entrada, diciéndole que ninguna persona sin habilidades especiales podía entrar en la ciudad y añadiendo que ni si quiera el linaje ni la pureza de sangre constituían razones para romper esa costumbre.


Ante la negativa, Lugh comenzó a recitar todas sus habilidades: carpintero, herrero, guerrero profesional, arpista, poeta, brujo, médico, broncista, copero..., pero el encargado de la puerta rió con tono despreciativo. Los Tuatha habían hecho ya su eleción. Entonces, Lugh envió un mensaje a Nuada en el que le preguntaba si había entre sus hombres alguno que tuviese tantas habilidades como él.


El rey no se sintió demasiado impresionado y le envió a su mejor jugador de fidhchell (antiguo juego de mesa irlandés) para que le retase. Lugh ganó todas las partidas, con lo que Nuada le admitió y le hizo sentar en el puesto destinado para el sabio, ya que Lugh lo era en todos los campos.


Los problemas con los fomorios iban de mal en peor, y Nuada decidió ceder su trono a Lugh durante trece días de guerra para que el poderoso guerrero pudiese así ponerse al mando de las huestes de los Tuatha De Danann y enfrentarse a sus enemigos. Goibniu, el herrero, prometió sustituir todas las espadas y lanzas en una sola noche por otras que garantizaban que su golpe o lanzamiento sería exacto y mortal. Credne, el broncista, se ofreció a fabricar remaches mágicos para lanzas, vainas para las espadas y rebordes para los escudos. Luchtaine, el carpintero, se obligó a suministrar todas las astas de lanzas y escudos, mientras Dagda aplastaría al enemigo con su gigantesca maza. Ogma planificó la muerte del rey fomorio y la captura de, al menos, una tercera parte de sus huestes. Diancecht se dispuso a devolver los muertos a la vida mediante su introducción en un caldero o pozo mágico. Otras deidades, druidas y encantadores prometieron ocultar los ríos y lagos y confundir al enemigo con actos de magia.


Los preparativos para la guerra tomaron siete años. Durante todo ese tiempo que duró la planificación, Lugh envió mensajeros por toda Irlanda para convocar a los Tuatha. Cian, su padre, uno de los mensajeros, fue muerto por los tres hijos del rey de Tuirenn, hijo de Ogma, con quien su familia había tenido desavenencias. Lugh encontró el cuerpo y supo de inmediato quienes habían sido sus asesinos. Pidió el pago en sangre a través de unas peligrosísimas tareas que los tres hombres tendrían que realizar y a las que él sabía que no podrían sobrevivir. Murieron los tres mientras llevaban a cabo la última de ellas.


Justo antes de la batalla, cuando Dagda reconocía el terreno, se encontró con Morrigu, diosa de la guerra, mientras ésta se bañaba en el río. A cambio de yacer con ella, ésta le prometío la victoria en combate.


Los dos ejércitos se encontraron en la víspera de Samhain y, de nuevo, se ciñieron en una serie de combates singulares. Esta vez, sin embargo, los Tuatha De Danann curaban sus heridas al día siguiente, apareciendo también como nuevas sus espadas y lanzas.


Los fomorios comenzaron a sospechar y enviaron a Ruadan, hijo de Bress y de Brigit a averiguar lo que pasaba. Mientras Ruadan espiaba a Goibniu, decidió que el herrero debía morir. Con una lanza atravesó el cuerpo de Goibniu, pero el enorme hombre se la sacó y mató con ella al fomorio. Diancecht y Airmid sumergieron inmediatamente el cuerpo de Goibniu en el pozo sanador, con lo que salió curado. Como venganza, un grupo de fomorios se las arregló para cegar el pozo con piedras, destruyéndolo para siempre.


Por fin los dos ejércitos se aprestaron para el combate final. Un consejo de hombres de los Tuatha, considerando que Lugh era lo demasiado vulnerable como para perderlo en batalla, le colocó en la retaguardia, pero él se escapó de sus nueve guardaespaldas y huyó al frente en un carro. Ogma mató a Indech, hijo de la diosa Domnu, y Balor, a Nuada y Macha.
Lugh retó a Balor el del Ojo Maligno -su abuelo-, que era quien mandaba las fuerzas enemigas. Cuando los fomorios comenzaron a abrir el ojo de Balor, que podía destruir a todo el que estuviera a su vista, Lugh, con la ayuda de una piedra mágica que llevaba consigo, hundió el ojo hacia la parte trasera de la cabeza de Balor, haciendo que el ojo mirase hacia los fomorios, matando así toda una hilera de enemigos, aunque otra versión dice que Lugh tuvo que hacer uso de su enorme lanza para sacar el ojo de Balor.


Ganaron la batalla los Tuatha De Danann, que empujaron a los restantes fomorios al mar. Morrigu y Babd subieron a lo alto de las montañas más elevadas para proclamar la victoria, pero Babd profetizó el fin de los dioses, profecía que se vio cumplida cuando llegaron los celtas gaélicos mortales, los denominados milesios.


En Aileach (Londonderry), tres hijos de Ogma -nietos también de Dagda-, reinaban tras la muerte de Nuada. El primer barco de milesios llegó, y sus tripulantes expresaron un gran interés por Irlanda, lo que, como era natural, moletó a los Tuatha De Danann, quienes mataron a Ith, jefe de los milesios, aunque éstos escaparon para contar la traición de que habían sido objeto. Las demás embarcaciones milesias, mandadas por el druida Amergin, llegaron a tierra, y sus tripulantes marcharon sobre Tara. Se produjeron dos grandes batallas, ambas pródigas en hechos mágicos en los dos bandos. Vencidos, los Tuatha se retiraron al interior de la Tierra.


A pesar de su retirada, los Tuatha todavía contaban con poderes para ayudar o dañar. Dagda comenzó a destruir las cosechas de cereales y la leche hasta que los milesios firmaron un tratado de paz con los antiguos dioses. La base de este tratado era la de que los Tuatha recibirían ofrendas y homenajes de los milesios.


Algunos de los Tuatha De Danann optaron por partir a una lejana isla que había al Oeste y que recibía el nombre de "Tierra de los Jóvenes" (Tir Nan Og) o "Isla de Breasal" (Hy-Breasil). El dios marino Manannan mac Lir partió con ellos, aunque, de vez en cuando, volvía de visita a Irlanda.


A aquellos Tuatha que se quedaron, Dagda, su nuevo rey, les concedió viviendas, asignando a cada uno un "sidhe" (colina o altozano), constituyendo cada uno de éstos la entrada a un maravilloso mundo subterráneo. De esta forma, los dioses celtas fueron conocidos por el nombre de Aes Sidhe (Gente de las Colinas). Cada dios era un Fer-Sidhe (Hombre de la Colina), y cada diosa, una Bean-Sidhe (Mujer de la Colina).


J.R.R. Tolkien se basó en esta raza de dioses celtas para crear a la etnia de los elfos en sus novelas como El Silmarillion, El Hobbit y El Señor de los Anillos.

 

 

 

 

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La Leyenda de Cú-Chulainn

 

Cú Chulainn significa el "perro de caza de Cullan". Cuando era niño su nombre era "Setanta" que significa "el pequeño". Se convirtió en Cú Chulainn cuando mató al perro guardián del herrero Cullan, y así prometió guardar la casa de los herreros en lugar del perro. Cu Chulainn es uno de los grandes héroes irlandeses. Los hechos más famosos de este héroe se encuentran en la saga Táin Bó Cualgne (el robo de ganado de Cooley).


Su propio nacimiento tiene ya características mágicas, pues tiene un padre divino y otro mortal. La madre de Cú Chulainn era Dechtire, hija del druida Cathbad quien era, a su vez, consejero del rey Conchobar. Fue Cathbad quien predijo que Cú Chulainn sería un gran guerrero, pero que moriría joven. Al poco de casarse Dechtire con Sualtam, hermano del depuesto líder de Ulster Fergus, huyó junto con sus cincuenta damas al más allá convertidas en bandada de pájaros. Durante el banquete de boda tragó una mosca que le hizo soñar con el dios solar Lugh, que fue quien le dijo que emprendiera ese viaje. Cathbad tranquilizó a su yerno diciendo que Dechtire sólo había ido a visitar a sus parientes, puesto que su abuelo materno era Oenghus. Lo cierto es que Lugh retuvo a Dechtire en el más allá durante tres años. Cuando Dechtire y sus damas regresaron a Emain Macha -la fortaleza de los reyes de Ulster- en forma de pájaros de brillantes colores, Dechtire esperaba un hijo de Lugh, Setanta. Sin embargo, Sualtam estaba tan feliz de tener de vuelta a su esposa que aceptó al muchacho como si fuera su propio hijo.


Desde joven Setanta aprendió las artes de la guerra, pero nadie fue consciente de su fortaleza y bravura hasta que mató a un enorme perro con las manos desnudas. El buen herrero Culann vivía solo, plenamente entregado a su trabajo. Para cuidado de sus cosas y rebaños, tenía, como guardián, un enorme perro. En cierta ocasión, el rey Conchobar recibió invitación de su artesano para que compartiese la mesa de un simple forjador. El soberano, que conocía el estilo de vida del herrero, procuró presentarse con poca comitiva. Cuando se dirigía a casa de Culann, vio que su sobrino Setanta estaba venciendo a unos cincuenta muchachos en juego de competición. Quedó tan maravillado de la fuerza y destreza del niño, que lo invitó a que lo acompañase, como si ya fuese uno de sus guerreros. Pero Setanta quiso terminar las pruebas. Cuando Conchobar llegó a casa del herrero ya no se acordaba de que había de llegar su sobrino. El herrero cerró las puertas del muro que rodeaba su casa y dejó suelto al perro como guardián ante la puerta. Cuando llegó el niño, penetra en el cercado y el perro se abalanza contra él. Pero en el momento en que el can abre la boca, Setanta lo coloca, en la garganta, una bola de las que se utilizaban en las competiciones. No termina aquí la cosa: lo estrangula y lo arroja contra la pared, estrellándole la cabeza contra uno de los pilares de la entrada.


Los invitados salen de la casa para ver qué ocurre y ven a un niño de seis años junto al perro destrozado. Al ver aquello Culann se entristece sobremanera. Aquel perro era su compañero inestimable, su colaborador más fiel. Setanta intenta consolarle: "No te apenes. Te regalaré un cachorro que, cuando sea mayor, te prestará el mismo servicio que hasta hoy ha cumplido tu perro guardián. Mientras el perro crece, yo haré las veces de guardián como si fuese tu perro". Culann agradeció el gesto pero declinó la oferta. Y por aquella bella acción, el druida Cathbad puso a Setanta un nuevo nombre: "El perro de Culan", con el que, desde entonces, fue conocido por todas las gentes del Ulster e, incluso, allende aquellas tierras.


Siendo aún un muchacho, Setanta inicia un complejo proceso ritual que le conducirá a la adquisición final de la condición de guerrero, momento que sucede cuando escucha los buenos augurios del druida para quien en ese determinado día, tomara las armas, cosa que él exige y consigue de manos del rey, no sin antes haber destrozado varios juegos hasta encontrar las apropiadas a su fortaleza.


Cú Chulainn era muy admirado por todas las mujeres. Se enamoró de Emer, hija de Fogall, un astuto jefe de clan cuyo castillo estaba cerca de Dublín. Cú Chulainn pidió la mano de la muchacha, pero su padre, que se negaba a la unión, indicó que Cú Chulainn todavía tenía que consolidar su reputación como guerrero, sugiriendo que aprendiera del campeón escocés Domhall. Cú Chulainn supo por Domhall que el mejor maestro de armas era Scathach, una princesa guerrera de la Tierra de las Sombras. Así que partió hacia el misterioso lugar y se puso a su disposición. Scathach le enseñó su famoso paso de combate. El joven héroe fue adiestrado por ella durante un año y un día y se hizo amante de su hija Uathach. Aparent,mente, Scathach temía por la seguridad de Cú Chulainn, y procuró sin éxito que no se enfrentara con la amazona Aoifa, enemiga declarada de Scathach. Sin embargo lo hizo y logró vencerla valiéndose de la astucia, tras lo cual se convirtió en su amante y tuvo un hijo con ella, el infortunado Conlai, que más tarde Cú Chulainn dio muerte, ya que cuando el joven vino desde la Tierra de las Sombras a visitar Ulster no se reconocieron y el enfrentamiento fue inevitable. Desgraciadamente, el anillo de oro que llevaba Conlai delató su identidad cuando ya era demasiado tarde.


Aunque Cathbad había alertado que cualquiera que mantuviera su primer combate en un día fijado de antemano estaba destinado a tener una vida corta, Cú Chulainn, impaciente por luchar contra los enemigos de Ulster, blandió de inmediato sus armas contra tres guerreros semidivinos llamados Foill, Fannell y Tuachell y sus numerosos seguidores, matándolos a todos. En ese combate Cú Chulainn mostró por vez primera su frenesí bélico y su transformación en el momento de la batalla: su cuerpo se estremecía violentamente; los talones y las pantorrillas se giraban hacia adelante; un ojo se le adentraba en la cabeza mientras el otro sobresalía, enorme y rojo, en la mejilla; la cabeza de un hombre le cabía entre las fauces; su boca se deforma hasta las orejas; el pelo se le erizaba como espino, con una gota de sangre en cada punta; y en lo alto de su cabeza se elevaba, como el mástil de un barco, una gruesa columna de sangre oscura. Como al volver a Emain Macha en su carro "engalanado con las cabezas sangrantes del enemigo" aún tenía en el cuerpo el frenesí de la batalla, sólo gracias a una treta de la reina de Ulster, Mughain, se salvó la situación. La Reina envió fuera de las defensas del castillo a un grupo de unas ciento cincuenta muchachas desnudas que llevaban tres tinajas de agua fría. Introdujeron en ellas con suavidad al asombrado y ruborizado Cú Chulainn: la primera estalló, en la segunda el agua hirvió furiosamente y la tercera ya sólo se puso muy caliente. De esta forma fue aplacado el guerrero tras su primer baño de sangre.


Cú Chulainn acude a la batalla montado en su carro conducido por su auriga Laeg, quien también cuenta con ciertos poderes sobrenaturales, y tirado por dos caballos que nacieron durante el periodo de su concepción. Entre las armas del héroe destaca la lanza conocida como Gae Bulga, arma terrible que provoca la muerte instantánea al ser arrancada.


Finalmente, Cú Chulainn regresó a la fortaleza de Fogall para casarse con Emer, que no se la quiere dar en matrimonio. Cú Chulainn combate con todos los guerreros del padre de Emer, a los que da muerte y logra rescatar a la princesa, que su padre había encerrado en un castillo de imposible acceso, a no ser para un héroe como el audaz enamorado.


Sus hazañas en combate son innumerables, protagonizando especialmente el relato conocido como Táin Bó Cuailnge, "El Robo de Ganado de Cooley", donde él solo libra al Uladh de la amenaza de la reina Medb de Connacht. Como corresponde a su carácter semidivino, Cú Chulainn entra en contacto con los dioses, tanto con su padre Lug, como con las diosas guerreras Morrigán, Nemain y Badb, e igualmente realiza incursiones en el Más Allá. De aspecto hermoso es deseado por todas las mujeres con las que se cruza, lo que provoca los celos de su esposa Emer, quien le hace pasar por una serie de pruebas sobrenaturales antes de casarse con él. El concepto del honor es tan importante en el héroe que mata a su único hijo por salvar el reino.


Aclamado campeón de Irlanda en un concurso de cortar cabezas, en poco tiempo Cú Chulainn fue invencible en el combate, destreza que le iba a resultar muy necesaria en su última batalla, un combate épico preparado por la reina Medb (o Maeve), señora de Connacht, en la que se enfrentó en solitario al ejército invasor de la reina. La principal razón, un robo de ganado a gran escala, era la búsqueda del famoso toro castaño de Cuailgne. Pero el tirano dirigente de Ulster, el rey Conchobar Mac Nessa, intervino también reclutando a rebeldes de Ulster y otros muchos irlandeses en el bando de la reina Medb. Una profecía le había anunciado que vería su ejército cubierto de "escarlata y rojo" por culpa del valor de Cú Chulainn, pero estaba decidida a llevar a cabo la invasión y, además, contaba con tres bazas a su favor. La primera, que el gran héroe tenía como enemigos a la familia de Calatin, cuyas hijas eran brujas. Justo en su último paseo con su fiel auriga Laeg, las brujas le hechizaron quemándole un hombro y una mano. La segunda, que atacó cuando los hombres de Ulster estaban en un mal momento por la maldición de Macha, que les impedía luchar durante cinco días y sus correspondientes noches. Y la tercera, que Cú Chulainn había perdido el apoyo de la diosa Morrigan, señora de la guerra (que se convertirá posteriormente en el hada Morgana), al rechazar su amor. Finalmente lanza todas las fuerzas de Irlanda, combinadas por el hijo de Cú Roi, contra el campeón de Uladh. Durante tres meses no cesan las luchas, de uno en uno o por grupos, Cú Chulainn siempre sale vencedor. No importa demasiado las heridas que recibe. Por la noche, Lugh, el de largos brazos, acude a su lado para curarle con bálsamo de recuperación. Sin embargo, Cú Chulainn combatió a pesar de todo y rechazó el avance del ejército de la reina Medb por medio de astutas tácticas y sorprendentes ataques hasta que el efecto de la maldición de Macha se desvaneció y los aturdidos guerreros reaccionaron a la llamada a las armas de Sualtam Mac Roth. Sin embargo, esta ayuda llegó tarde para Cú Chulainn que, acorralado por el enemigo, fue vencido a pesar de la intervención de su padre, el dios solar Lugh. Su único acompañante, Laeg, resultó herido por una lanza y el propio Cú Chulainn sufrió una terrible herida en el estómago que ni Lugh pudo curar. Finalmente, el campeón de Ulster se ató a una piedra vertical para poder luchar hasta el último aliento. En cuanto murió, Morrigan se posó en su hombro en forma de cuervo y el hijo de Cú Roi se ensaña con el cuerpo muerto del héroe cortándole la cabeza y la mano derecha, en señal de triunfo y abandonando el cuerpo a las aves carroñeras. Conall, su hermanastro, consiguió reunir todos los trozos, pero Ulster lloró amargamente la muerte de su campeón. Además, su fama era tal que las proezas de Cú Chulainn influyeron en el desarrollo de la leyenda artúrica en Gran Bretaña y Francia.

 

 

 

 

El sabio Brownie

 

 

 

 

 

 

 

 

      

      

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Hola, soy Palomo, el mensajero...

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